lunes

Capitulo 1

ÉL
Me "levanto" de la cama y miro a mi alrededor con el ceño fruncido. Diana está de pie en la puerta de la habitación mirándome ceñuda.
- ¿Qué pasa?-le digo.
- Sigo sin entender porque las escondes...
- Es que mostrarlas nos abre tantas puertas... además tú eres un dios.
- Cállate, ¿Quieres, cielo?- le ordeno mientras me termino de vestir y me pongo las botas.
La empujo para salir y le doy dinero para que pague en recepción.
Camino por el pasillo en dirección al restaurante, pero al pasar por delante del aseo noto una energía extraña y atrayente, como un dulce. Tanto que no puedo hacer más que ir en su dirección.
Abro la puerta del fondo, la del aseo de señoras, y detecto que ese delicioso olor viene del cubículo del fondo. Iba a entrar en él cuando de repente, me atacan.
Me doy la vuelta y una mujer de unos 70 años me atacaba desesperadamente con su bolso.
- ¡Fuera, "malandrín"!
- Señora...
- ¡Fuera, pervertido, o llamaré a seguridad!- dice mientras me sigue atacando.
Poco a poco, consigue sacarme del baño y cerrar me la puerta en las narices. Mientras tanto yo me quedo sin saber qué hacer.
- ¿Qué pasa?- pregunta Diana a mi espalda.
- Una vieja me acaba de sacar a patadas del baño- digo meneando la cabeza.
- Como sea- dice tirando de mí- Tenemos que irnos si quieres llegar a tiempo a la cumbre. Y no acepto réplicas.
Me dejo llevar. Por mucho que quiera saber qué o quién provoca esa exquisita aura, el deber debe ser lo primero.
Conducimos en silencio hasta el gran edificio en el que me esperaban mis iguales. Hoy se decidirá si se sale a la luz y se les permite a los humanos saber de nuestra existencia como los seres civilizados que somos o simplemente tomaremos el poder. No es como si los pequeños seres humanos tuvieran alguna posibilidad, pero...
- Astaad- me devuelve el saludo.
- Debemos hacer las cosas de manera diplomática- empieza Calienne-, los seres humanos son inferiores, deben ser protegidos de los horrores de la existencia. Son tan jóvenes...y sus vidas tan cortas...
- Sigo sin entender- replica Talis, la gemela de Calienne-, por qué no podemos protegerlos, pero a nuestro modo, ellos necesitan líderes, necesitan que alguien lleve la responsabilidad de sus cortas vidas. No saben cómo manejar su propio mundo. Se matan unos a otros, hacen guerras, maltratan, agreden... No es natural.
- No habrá guerra en caso de que intenten hacer algo contra nosotros. Somos más poderosos. Podemos doblegarlos.
- Lo que dices es cierto, Anyanca- contesta Silas- siempre les has tenido un poco de mala fe a los hombres, pero como Astaad y yo hemos hablado ayer en mi casa, podríamos intentar hablar con ellos primero, y si no entienden...
- Por su bien espero que lo hagan- contesto.
La asamblea transcurre sin más discusiones, y se decide que en tres días, cada uno de nosotros volverá a sus respectivos hogares y se presentará como lo que es, un Dios.
El gran día. Por fin.
Todo este tiempo he estado ocupado preparándome para dar a conocer mi verdadera naturaleza aquí, en los grandiosos EEUU. De hecho, estoy frente a la puerta de la Casa Blanca.
Todos nos hemos puesto de acuerdo. Calienne en Londres, en el Parlamento inglés, aunque sé que su estilo es más de tomar el Palacio de Buckingham. Talis en Moscú. Silas en Cali. Anoushka en China. Aqueria en Arabia. Y Anyanca en Sudáfrica. Mikael en Australia y en las islas del Índico y el Pacífico.
Eran las dos de la tarde cuando entro por la puerta con un grupo de turistas y me desvío hacia el despacho del presidente de los Estados Unidos de América.
Varios agentes de seguridad intentan detenerme, pero son tan insignificantes que sólo pueden aspirar a verme pasar.
Entro en la habitación y cierro la puerta. Todos me miran expectantes, los guardias apuntándome con sus armas y él de pie detrás de su escritorio.
- ¡Buenos días, señor presidente! - digo sonriendo.
- Usted es uno de ellos, ¿Verdad? Los suyos ya han tomado Europa y África...
- Asia acaba de caer, señor - dice uno de los "trajeados"
- Solo quedamos nosotros.
- No - les digo-. Ya no. Enciendan las televisiones y traigan una rueda de prensa. Es la hora.
Ellos obedecieron, ya que no podían evitarlo. Y tras recibir a unos cuantos reporteros, empiezo a hablar.
- Quiero que todos los aquí presentes presten mucha atención. Sólo lo diré una vez. Sus leyes quedan suspendidas, su gobierno queda erradicado. Nosotros tomaremos el mando.

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