miércoles

Capítulo 2: No lo creo

- ¿ Estás loca?- pregunta el tío Kol.
- No, solo quiero ir a la universidad. No quiero a nadie detrás de mi todo el tiempo, ¿es demasiado pedir?
- Si- contestan los tres a la vez.
Yo me enfurruño y cruzo los brazos sobre mi pecho. Sé que es actuar como una niña de parvulario, que es justo lo contrario a lo que quiero que ven en mi, pero.... solo así me hacen caso.
- Me da igual como te pongas, Hope. No vas a ir- dice papá.
- ¿Ni siquiera si prometo llamar todos los días?- pregunto esperanzada.
- No- responde tío Elijah.
- ¿Es vuestra última palabra?- pregunto entrecerrando los ojos.
Ellos asienten relajados, creyendo que han ganado la batalla.
- ¡Mamáaaa!- grito como una loca.
Elijah me mira asombrado y papá frunce el ceño. Sabían que llegaban mis refuerzos. Mamá siempre los ponía en su lugar cuando se ponían sobre protectores. Aunque ellos no prestaran la menor atención la mayoría de las veces, ella hacía que ellos me dieran un poca más de libertad.
Mamá estaba hablando con el tío Elijah, este iba a acabar entrando en razón. Esta mal que lo diga, pero adoro cuando mamá utiliza sus "armas de mujer" contra él, pobre, no sabe como defenderse contra eso, ama demasiado a mi madre, y ella lo adora a él.
 Esta mal que lo diga, pero adoro cuando mamá utiliza sus "armas de mujer" contra él, pobre, no sabe como defenderse contra eso, ama demasiado a mi madre, y ella lo adora a él
Papá mira atentamente la escena. Sabe que perderá el apoyo de tío Elijah, pero no parece importar demasiado, después de todo, es el quien se sale siempre con la suya, hagamos lo que hagamos los demás. Y el tío Kol simplemente sonríe.
- Mamá si me deja ir- digo acercándome al tío Kol y a papá y abrazando a este último
- Mamá si me deja ir- digo acercándome al tío Kol y a papá y abrazando a este último.- ¿por qué tu no quieres que estudie?
- Me encanta que estudies, cariño. Vi el folleto de Tulane en tu mesita de noche.
- Estaba allí estratégicamente para que lo vierais. Eso debería darme puntos....
- ¡Oh!- suelta el tío Kol- sabemos que muchas cosas de las que haces las haces a posta, pequeña manipuladora, pero aún no eres lo suficientemente buena. En ocasiones te dejamos ganar la partida, hoy no.
- Pero... se lo diré a Davina. La diré que no me dejas en paz- digo pinchándole el pecho con el pecho con el dedo índice.
Él me miró mal y yo le saqué la lengua.
Veo la sonrisa en sus ojos, a mi también me da la risa y empezamos a hacernos muecas raras el uno al otro, hasta que siento que unos brazos me atrapan y me sientan en un regazo. Papá.
- Hope, me parce bien que estudies. quiero que hagas todo lo que sueñes por la noches. Pero eres mi bebé, mi cachorra. No hay poder humano o sobrenatural sobre esta tierra que me haga perderte de vista por tanto tiempo. Sé que parece que te agobio, que te protejo demasiado, pero lo hago porque te quiero más que a nada en el mundo. Todos lo hacemos.
- Eres demasiado joven para saber los peligros que hay fuera de estas paredes, princesita- dice el tío Kol serio.
- No los conozco porque no me dejáis... Sé que nada es tan malo como vosotros creéis, no puede serlo. Camille me lo dijo, ella dijo que todos queremos ser buenos, y yo le creo.
- Sé lo que dice Camie. A mí me lo dijo cuando nos conocimos. Ella me ayudó a ser bueno. Pero no todo el mundo lo es, Hopie. Hay mucha maldad en el mundo esperando para tocarte, para hacerte daño.
- Lo sé. He oído cosas sobre los Originales.
Todos se tensaron. Mamá y tío Elijah, que no habían parado de hablar desde que ella llegó, se quedan callados.
- Cosas horribles- susurro mientras me acurruco en el pecho de mi padre.
Él me acaricia el pelo con su mano y me mece suavemente.
- Oyeras lo que oyeras, amor, quedó en el pasado. Ahora no hay nada de eso. No queremos defraudarte.
- Sé que haríais cosas horribles si tuvierais que hacerlas. Probablemente aunque hubiera otra forma, solo... no quiero verlo, no quiero saberlo.... Sé que suena cobarde pero....
- No lo creo- dice mamá- tienes 17 años, Hope. Eres una niña, es normal que no quieras saberlo. Todos los que estamos aquí, salvo tu, hemos hecho cosas tan horribles y desalmadas que me horroriza cada vez que las recuerdo....
- Hayley...- advierte el tío Elijah, pero ella no le hace caso.
- Pero, al menos yo, volvería a hacerlas mil veces más si con eso te tengo conmigo. Si con eso consigo que tu no tengas que hacerlas. Pero quizás es hora de que te demos más intimidad, más libertad e independencia. Una chica necesita vivir aventuras y perder un poquito la cabeza. En una mansión rodeada de vampiros Originales e híbridos no lo vas a conseguir.
- No estoy seguro de querer que mi lobita pierda la cabeza, Hayley- suelta papá.
- Vamos, si no hubiéramos sido todos unos bichos atolondrados no estaríamos aquí...
Papá sofoca una sonrisa y se miran, cómplices. "¿Qué habrán hecho?
- No quiero que te vayas a vivir sola. Te quedarás aquí- dice papá.
- Sí- dice tío Kol- aquí estás bien Hope. Donde podemos cuidarte. No sabemos qué puede pasarte fuera, lejos de nosotros.
- Nada. Por favor, no invitaré a nadie a casa. Llamaré por la mañana y por la tarde, antes de irme a dormir. Sé que si surge algún problema estaréis allí en cero coma.
- No me gusta- dice mi padre.
- Jo, porfis. Podréis ir a visitarme, a pasar un par de días conmigo...
La sala se quedó en silencio y los Originales se miraron unos a otros.
-¡No todos los días!- rectifico- Solo un o dos a la semana. No más.
- Me lo pensaré- dice papá.
Eso es un "no" oculto, pero me deja posibilidades para seguir intentándolo. La pregunta es ¿cómo diablos los convenzo?

Años despues

Me levanté y besé a Fernando en la mejilla. Él me había apoyado tanto cuando Alex murió y con los bebés, que acabé enamorándome de él.
- ¿Por qué nunca intentase suplantar a Alex?- pregunté- ¿por qué no me hechas de jamás en cara las fotos que guardo en el cajón, la foto que tengo siempre bajo la almohada; las noches en vela por años?
- Porque jamás lo habría conseguido - dijo abrazándome - Porque se que lo amaste de verdad y se que si no amarás a mí también no me dejarías ver tu dolor, compartirlo, ni estar cerca de tus hijos. ¿Cuándo les dirás a los niños que yo no soy su padre?
- No lo sé. Pero no es el momento. No quiero que sufran. No quiero sufrir yo... Creo que es mejor esperar un poco más, ellos merecen un padre que pueda estar ahí... Que pueda cuidarlos, ¿verdad?. ¿Hice lo correcto?
- Han pasado quince años, merecen saberlo, Alex merece que lo sepan. Y tu necesitas dejarlo ir, soltar este secreto. Pero no voy a ser yo el que te obligue. Aunque tu madre cree que si.
- Lo sé - dije abrazándolo -, solo necesito más tiempo.
En ese momento entró Alexa en la habitación.
La chica era la viva imagen de su padre, tanto física como emocionalmente. Tanto que me dolía mirarla.
- ¡Mamá!- dijo tirando de mi hasta su habitación.
- ¿Sí?
- ¿Quién fue tu primer amor? ¿Cómo os conocisteis?
Cogí aire y una lágrima resbaló por mi mejilla y, sin decir nada, Fernando sale de la habitación.
- Javier, ven aquí.
Cuando los dos estuvieron junto a mí, los acurruqué contra mí como había hecho cuando eran niños y empecé a contarles la historia de mi primer amor, la historia de su padre.
FIN

Una sola vez en la vida...

Me deshice de su agarre y corrí a la habitación de Alex. Entré y lo vi en la cama, inmóvil.
- No puede ser verdad - dije llorando -. Despierta, Alex, por favor. Hazlo por mi. No me dejes sola, no nos dejes solos. Tienes que conocer a tus hijos - dije entre sollozos -. Son lo que siempre hemos soñado ¿Recuerdas los planes que teníamos? ¿Todo lo que querías para nosotros?- dije agarrando su mano -. Por favor, ¡vuelve a mi!
Me quedé junto a él todo el día, llorando, susurrando promesas a todos los dioses que conocía, rogando que volviese hasta que me quedé dormida.
A la mañana siguiente me despertó mi madre diciéndome que fuéramos a dar un paseo. Por su rostro, pálido y triste, sabía que se había enterado de la noticia.
- Sabes lo que tienes que hacer - dijo mientras paseábamos por el jardín del hospital de A Coruña.
- No puedo hacerlo ¿Y si despierta? ¿Y si después de un tiempo....?
- Sabes que no pasara. Se que es duro, cariño - dijo acariciándome la mejilla.
- No puedo, es el amor de mi vida, el padre de mis hijos, mi primer amor, mi amor eterno. ¿Cómo voy a vivir sin él? ¿Cómo voy a vivir sabiendo que lo maté? ¿Cómo se lo diré a mis hijos?- sollocé.
- Sé que será como arrancarte el corazón del pecho - dijo mientras se le saltaban las lágrimas -. Pero no lo matas, lo dejas ir. Conoces a Alex, él era...
- «Es»- interrumpí.
- Era tan vital, nunca estaba quieto. Jamás elegiría esto. Te aseguro que dolerá como si estuvieras en el infierno, pero, con el tiempo, encontrarás otro amor que, aunque no sane la herida, que no lo hará, hará que duela un poco menos.
- No será como Alex.
- No será como Alex, nadie ocupará su lugar nunca. Pero no existe solo un amor de toda la vida para nadie. Lo amarás como lo amas a él y los recuerdos que tienes con Alex permanecerán en tu corazón como una bonita historia que no pudo ser, pero que fue real. Y cuando pase eso, volverás a sonreir.
- Dijiste que nunca parará de doler.
- Sí, es cierto. Pero llegará el momento en que recuerdes Alex sin que se te parta el corazón. Te volverás a enamorar, porque una vez en la vida, no es suficiente.
Sin darme cuenta estábamos otra vez en el hospital.
- ¿Crees que sabrá que yo lo desconecté? ¿Que se irá odiándome?- susurré.
- Te lo dije, cariño. Lo estás soltando, lo dejas descansar. Y Alex jamás podría odiarte.
Fernando se acercó a nosotras con el ceño fruncido y yo le miré.
- Solo déjame despedirme.
Él asintió y me dejó pasar.
Entré en la habitación y me quedé mirando su cara durante unos minutos, grabándolo en mi memoria.
Me arrodillé junto a él y tomé su mano.
- ¿Por qué tuvo que pasar esto? ¿Por qué lo nuestro no pudo ser? ¿Qué va a pasar con los sueños que teníamos?
Como era de esperar, no recibí respuesta.
- Te amo, Alex. Lo haré siempre. Perdóname.
Salí de la habitación y llamé a Fernando.
- ¿Quieres salir?
- Quiero estar con él hasta el último momento.
Fernando asintió y volví a agarrar la mano de Alex hasta que la máquina dejó de funcionar.
Era viuda. Era viuda y no podía llorar. Se me partía el alma y no podía llorar.

Debes Elegir

Varias voces me despertaron y al abrir los ojos una luz blanca me cegó.
- Señora- dijo una voz masculina-está en el hospital, quédese conmigo, no se duerma. El choque adelantó el parto.
- Alex- susurré - Alex.
Los enfermeros siguieron avanzando y entré al quirófano donde iba a tener a mis bebés. ¿dónde estaba Alex? ¿qué le había pasado? Él siempre había soñado con esto, no se lo perdería por nada del mundo.
Después de unas horas terribles, ni siquiera se cuanto tiempo pasó, vi a mis bebés, eran preciosos.... un niño y una niña. Él se parecía a mi y ella a Alex, con los mismos ojos azules y mechones de pelo negro.
Al llegar el mediodía, mi madre me vino a ver. La verdad es que estaba muy pálida, pero debería estar contenta, ¿no?
- Hola, cariño - me saludó.
- Hola, mamá. Te presento a Alexa y a Javier. Míralos, ella es igual a Alex, y él igual que yo, mira esos ojos marrones y su cabello rubio, igual que papá.
- Tu padre estaría orgulloso de que su nieto llevara su nombre , dijo con los ojos llenos de lágrimas.
- Estoy preocupada, mamá. Nadie me dice nada de Alex.
- Cariño, tengo que decirte algo pero, por favor, no te alteres.
- ¿Qué pasa?- pregunté con el corazón en la boca.
- El coche que chocó contra vosotros, le dio a Alex. Él está en coma, Anna...
Dejé de escuchar. No podía ser cierto. Quería ir a verlo, pero no me lo permitieron, decían que no podía recibir visitas.
Los días iban pasando mientras visitaba a Alex al hospital. Le hablaba de los niños, de cómo jugaban, de sus berrinches, de los problemas para dormir, de mis ganas de que volviera a casa, de tomar café juntos por la mañana... que lo echaba de menos.
Los días se convirtieron en semanas y las semanas en dos meses, los bebés ya habían salido de la cuna para prematuros, pero Alex no despertaba.
- Señora García... - dijo un hombre mayor, el director del hospital - ¿puede acompañarme por favor?
- Si. ¿ Qué quiere?- pregunté esperanzada.
¿Había despertado?
- Me temo que...
- Se lo digo yo - interrumpió Fernando.
Él era el médico que había atendido a Alex. En este tiempo se había convertido en mi confidente, mi mejor amigo.
- Como quiera, Fernando - dijo el hombre de pelo cano mientras se iba.
- Siéntate, Anna. Ven aquí - dijo haciendo que me sentara a su lado.
- ¿Qué pasa?
- Han pasado dos meses. He retrasado esto todo lo que he podido, pero las pruebas han dado unos resultados que te obligan a tomar una decisión.
- No te entiendo - digo mientras empiezo a temblar.
- Sí que lo haces. Las pruebas han mostrado muerte cerebral. No podemos hacer nada por él. Está muerto en vida.
- ¡No!- grité levantándome.
Él se levantó enseguida y me obligó a mirarlo.
- Siempre pensé que era mejor arrancar la tirita de golpe... Tu marido no volverá a abrir los ojos. El hospital no puede pasar semanas manteniéndolo conectado. Debes elegir entre llevártelo y gastar un dinero que no tienes en sueños rotos o...
- No lo digas - dije alzando una mano -, por favor.
- O desconectarlo.
En ese momento me puse a llorar, me derrumbé en su pecho y él dejó que llorara.