Varias voces me despertaron y al abrir los ojos una luz blanca me cegó.
- Señora- dijo una voz masculina-está en el hospital, quédese conmigo, no se duerma. El choque adelantó el parto.
- Alex- susurré - Alex.
Los enfermeros siguieron avanzando y entré al quirófano donde iba a tener a mis bebés. ¿dónde estaba Alex? ¿qué le había pasado? Él siempre había soñado con esto, no se lo perdería por nada del mundo.
Después de unas horas terribles, ni siquiera se cuanto tiempo pasó, vi a mis bebés, eran preciosos.... un niño y una niña. Él se parecía a mi y ella a Alex, con los mismos ojos azules y mechones de pelo negro.
Al llegar el mediodía, mi madre me vino a ver. La verdad es que estaba muy pálida, pero debería estar contenta, ¿no?
- Hola, cariño - me saludó.
- Hola, mamá. Te presento a Alexa y a Javier. Míralos, ella es igual a Alex, y él igual que yo, mira esos ojos marrones y su cabello rubio, igual que papá.
- Tu padre estaría orgulloso de que su nieto llevara su nombre , dijo con los ojos llenos de lágrimas.
- Estoy preocupada, mamá. Nadie me dice nada de Alex.
- Cariño, tengo que decirte algo pero, por favor, no te alteres.
- ¿Qué pasa?- pregunté con el corazón en la boca.
- El coche que chocó contra vosotros, le dio a Alex. Él está en coma, Anna...
Dejé de escuchar. No podía ser cierto. Quería ir a verlo, pero no me lo permitieron, decían que no podía recibir visitas.
Los días iban pasando mientras visitaba a Alex al hospital. Le hablaba de los niños, de cómo jugaban, de sus berrinches, de los problemas para dormir, de mis ganas de que volviera a casa, de tomar café juntos por la mañana... que lo echaba de menos.
Los días se convirtieron en semanas y las semanas en dos meses, los bebés ya habían salido de la cuna para prematuros, pero Alex no despertaba.
- Señora García... - dijo un hombre mayor, el director del hospital - ¿puede acompañarme por favor?
- Si. ¿ Qué quiere?- pregunté esperanzada.
¿Había despertado?
- Me temo que...
- Se lo digo yo - interrumpió Fernando.
Él era el médico que había atendido a Alex. En este tiempo se había convertido en mi confidente, mi mejor amigo.
- Como quiera, Fernando - dijo el hombre de pelo cano mientras se iba.
- Siéntate, Anna. Ven aquí - dijo haciendo que me sentara a su lado.
- ¿Qué pasa?
- Han pasado dos meses. He retrasado esto todo lo que he podido, pero las pruebas han dado unos resultados que te obligan a tomar una decisión.
- No te entiendo - digo mientras empiezo a temblar.
- Sí que lo haces. Las pruebas han mostrado muerte cerebral. No podemos hacer nada por él. Está muerto en vida.
- ¡No!- grité levantándome.
Él se levantó enseguida y me obligó a mirarlo.
- Siempre pensé que era mejor arrancar la tirita de golpe... Tu marido no volverá a abrir los ojos. El hospital no puede pasar semanas manteniéndolo conectado. Debes elegir entre llevártelo y gastar un dinero que no tienes en sueños rotos o...
- No lo digas - dije alzando una mano -, por favor.
- O desconectarlo.
En ese momento me puse a llorar, me derrumbé en su pecho y él dejó que llorara.
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